22 octubre 2018

Qué podemos aprender de las comunicaciones militares

Las comunicaciones siempre han marcado la diferencia entre el éxito o no de las operaciones militares. Pero las comunicaciones no sólo son importantes en ese contexto.


Con el avance de las telecomunicaciones hemos pasado de un mundo basado en la telefonía fija a otro dominado por los sistemas de telefonía móvil en un punto tal que, hoy por hoy, muchas personas ya no disponen de teléfonos fijos en sus casa y algunas otras, especialmente los más jóvenes, hasta ni siquiera conocen qué es un teléfono fijo.


Pero la sorpresa no acaba ahí, cuando la telefonía celular irrumpió en la vida de las personas lo hizo fundamentalmente para facilitar las comunicaciones de "voz viva" como se le llama en la jerga telefónica a la comunicación verbal entre dos personas, término que contrasta con el de "transmisión de datos" cuyos objetivos son más amplios y que no se reducen a la conversación entre dos o más personas.

Pero con los sucesivos cambios tecnológicos, desde los orígenes de la telefonía celular hasta el advenimiento de las redes 4G, vigentes al momento de redactar este artículo, la comunicación de "voz viva" ha ido cediendo cada vez más terreno hasta el punto en que la transmisión de datos se ha convertido en el centro de las telecomunicaciones. Tanto es así, que la mayor parte de los ingresos de las empresas de telecomunicaciones provienen mayoritariamente de la comercialización de paquetes de datos para el uso de Internet movil más que de los llamados telefónicos entre clientes.

La ecuación es sencilla, para un cliente promedio el costo asociado al uso de los servicios basados en Internet móvil resultan infinitamente más económicos que los basados en las llamadas directas entre celulares o el envío de mensajes a través de la tecnología SMS (Shorts Messages System). Por caso, el costo de enviar un solo mensaje por SMS puede equivaler al de enviar cientos, incluso miles, de mensajes durante casi todo el día a través de tecnologías de mensajería instantánea tipo WhatsApp.

Como consecuencia de estos cambios, se puede observar que la mayor parte de las personas ha cambiado sus hábitos respecto del uso de sus teléfonos móviles, de forma que, hoy en día es más frecuente el envío de mensajes que la realización de llamadas de "voz viva", y que si éstas se efectúan, se hacen sobre plataformas como WhatsApp u otros sistemas similares, reservando la llamada directa al caso fortuito de no tener acceso a Internet, disponer de minutos libres sin uso, o lisa y llanamente a los casos específicamente justificados o de emergencia.

Dicho esto, cabe también observar que en las calles multitudes de personas están más atentas a sus celulares que a lo que ocurre a su alrededor. Esto es claramente una desventaja y hasta puede configurarse en una situación potencialmente riesgosa atento a los peligros a los que todo transeúnte debe atender al circular por la vía pública.

Pero no por estas circunstancias debemos deshacernos de nuestros celulares, lo importante es establecer un conjunto de reglas operativas que nos permitan mantener un equilibrio entre el uso justificado de estas tecnologías y el nivel de atención que todas las demás situaciones cotidianas exigen de nosotros.

Algunas de estas reglas son evidentes, tales como no utilizar el celular cuando se maneja un vehículo o cuando se cruza una calle a pie. Del mismo modo, muchas otras circunstancias son importantes y se desprenden del sentido común.

Y surge entonces la pregunta acerca de qué podemos aprender del uso militar de las comunicaciones, y la respuesta retoma nuestro punto de partida: las comunicaciones siempre han marcado la diferencia entre el éxito o no de las operaciones. Pero dado que la mayor parte de las personas no son militares, esos aprendizajes no forman parte de la cultura que se transmite de una generación a la siguiente, cuestión que además, se ve reforzada por la vertiginosa velocidad con la que cambian las tecnologías involucradas.

Lo esencial entonces, resulta de volver a pensar a la familia, el estudio y el trabajo como los grandes organizadores de la vida de las personas. Y en ese sentido, repensar cuáles con las comunicaciones que a lo largo del día resultan imprescindibles, cuáles necesarias, cuáles convenientes y cuáles superfluas o hasta inconvenientes.

Ese sistema de reglas, consensuado por todos los integrantes de la familia o de los grupos de interés, tales como los compañeros de estudio o de trabajo, deben ir en la dirección de convertir a las comunicaciones en una vía para la mejora de la vida cotidiana y el aseguramiento del cumplimiento de los objetivos que nos proponemos, y no, por el contrario, resultar un obstáculo que entorpece o hasta imposibilita su alcance.

Cada grupo, entonces, definirá sus objetivos, las formas de comunicación, los horarios adecuados y los motivos válidos para enviar mensajes. No se trata de limitar las comunicaciones, sino de hacerlas más eficientes y de reducir los riesgos que asumimos cuando por prestar atención a las comunicaciones, la quitamos otros menesteres.

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